Migrantes oaxaqueños exigen cambios en los campos
Fotos y texto por David Bacon
Traducción: RVH
Ojarasca
La Jornada, Sabado, 10 octubre, 2015
Jornaleros escuchan a los líderes de la huelga en Vicente
Guerero, Baja California.
Cuando miles de trabajadores agrícolas indígenas se
fueron a huelga en el Valle de San Quintín en Baja California el 16 de marzo,
sus voces no sólo las escucharon en las calles de los poblados rurales a lo
largo de esta península en el norte de México. Dos años antes, migrantes de
Oaxaca golpearon a uno de los más grandes cultivadores de moras en el Pacífico
Noroeste -Sakuma Farms-, y organizaron un sindicato de jornaleros agrícolas:
Familias Unidas por la Justicia (Families United for Justice).
Los migrantes oaxaqueños indígenas han estado viniendo a
California por lo menos desde hace treinta años, y los ecos de San Quintín
fueron escuchados en poblados como Greenfield, donde la frustración de los
obreros ha estado levantando presión debido a la explotación económica en los
campos y a la discriminación en la comunidad local.
"Somos gente trabajadora" declara Fidel
Sánchez, líder de la Alianza de Organizaciones Nacionales, Estatales y
Municipales para la Justicia Social. Somos los que pagamos con el trabajo de
nuestras manos para que haya un gobierno en este estado y en este país".
La frase no es un exceso de retórica. Justo en las dos primeras semanas de la
huelga, en lo álgido de la temporada de la fresa en abril, Francisco Vega de
Lamadrid, gobernador conservador de Baja California, calculó enormes pérdidas
que suman más de 40 millones de dólares.
Aunque las demandas de la huelga tenían un rango que iba
de un salario diario de 200 pesos (13 dólares) a mejores condiciones en los
campos de labor, Sánchez lo explica en términos más básicos: "Queremos
trabajar como hombres, como padres de nuestras familias. Nuestras esposas son
las que más sufren con estos sueldos de hambre, porque tienen que estirar 700 u
800 pesos para que alcancen a cubrir el costo de la comida, de la ropa de
nuestros niños, de sus cuadernos, libros y lápices para la escuela, de la
asistencia médica si se enferman, del gas y el agua para que puedan
lavarse".
La agricultura corporativa comenzó en San Quintín en la
década de 1970, como ocurrió en muchas áreas del norte de México, para
abastecer el mercado estadunidense con tomates y fresas de invierno. Baja
California tenía entonces muy pocos habitantes, así que los contratistas
trajeron jornaleros del sur de México, especialmente familias mixtecas y
triquis de Oaxaca. Hoy se calcula que viven ahí unos 70 mil trabajadores
agrícolas migrantes, en campos de labor notorios por sus terribles condiciones.
Muchas de las condiciones imperantes son violatorias de la ley mexicana.
Una vez que los trabajadores indígenas fueron traídos a
la frontera, comenzaron a cruzarse a los campos en Estados Unidos. Hoy, el
grueso de la fuerza de trabajo de los campos de fresas californianos proviene
de la misma corriente migratoria que pizca varios tipos de moras en el estado
de Washington, donde los jornaleros se fueron a huelga hace dos años.
Dos de los 500 huelguistas de Sakuma Farms era las
adolescente Marcelina Hilario de San Martín Itunyoso y Teófila Raymundo de
Santa Cruz Yucayani. Ambas comenzaron a trabajar en los campos con sus padres y
hoy, como mucha gente joven de familia migrante indígena, hablan inglés y
castellano -los lenguajes de la escuela y la cultura que los rodea. Pero
Teófila Raymundo también habla su lengua nativa triqui y está aprendiendo
mixteco, mientras Marcelina habla mixteco, estudia francés y está pensando si
toma alemán.
"Trabajo con mi papá desde los doce años",
recuerda Teófila. "He visto cómo lo tratan mal, pero él regresa porque
necesita el empleo. Una vez que se acabó la huelga aquí, vinimos desde
California hasta acá para la siguiente temporada, y no quisieron contratarnos.
Tuvimos que irnos a otro lugar a vivir y trabajar ese año. Así fue como conocí
a Marcelina". Ambas acusan a la compañía de negarse a darles mejores
empleos (como el llevar el registro de las moras que recogen los jornaleros
-puestos que sólo se le asignan a las trabajadoras blancas jóvenes. "No
podemos estar de acuerdo si vemos que la gente nos trata mal", añade
Marcelina. "Pienso que tienes que decir algo".
Rosario Ventura fue otra de las huelguistas de Sakuma
Farms. Vive en California, y viene a Washington con su marido Isidro para la
temporada de pizca. Ventura es de un poblado triqui, mientras que su esposo
Isidro es de la Mixteca de Oaxaca. Se conocieron y se casaron mientras
trabajaban en Sakuma Farms, algo que nunca habría ocurrido si se hubieran
quedado en México.
Pero Rosario no vino a Estados Unidos en busca de
romance. Durante los años de sequía en San Martín Itunyoso, "no hay nada
de dónde conseguir comida, nada. Algunas veces nos moríamos de hambre porque no
teníamos dinero".
Sin embargo, su padre lloró cuando ella anunció que se
iba, y dijo que nunca iba a regresar. De algún modo él tuvo razón. "Si te
vas no vas a regresar -es para siempre. Eso es lo que él dijo", recuerda
Rosario. "No le llamo ni lo busco porque si lo hago, lo voy a poner
triste. Preguntará, cuándo vas a regresar. Qué le puedo decir. Cuesta muy caro
cruzar la frontera. Es fácil abandonar Estados Unidos, pero es difícil cruzar
de regreso. Cuando me vine en 2001, me costó 2 mil dólares.
Miguel López, un hombre triqui que ahora vive en
Greenfield, en Salinas Valley en California, vino por las mismas razones, y la
pasó mucho peor cuando arribó hace veinte años. Sin dinero no podía rentar ni
siquiera un apartamento. "Vivía bajo un árbol con otros cinco, cerca de un
rancho", recuerda. "Llueve mucho en Oregon y por eso estábamos bajo
un árbol."
Eventualmente halló un empleo, y después de algunos años
trajo a su familia. Sin embargo esto fue una bendición entreverada, porque él y
su esposa tenían que trabajar tan duro. "Mis hijos ni siquiera me conocían
porque tan pronto como llegaba a la casa me iba yo a dormir. Era difícil
atenderlos adecuadamente", explica. Y no lo recibían bien en Greenfield.
"La gente indígena enfrenta la discriminación en la escuela y en general
por todo el pueblo. Mucha gente habla mal de los triquis o de los que son
indígenas".
Bernardo Ramírez, antiguo coordinador binacional del
Frente Indígena de Organizaciones Binacionales, fue a Sakuma Farms a ayudar en
la huelga, y regresó muy enojado por la discriminación". "Los
capataces insultan a los trabajadores y les dicen burros", acusa.
"Cuando comparas gente con animales, eso es racismo. Somos seres
humanos". Pero agrega con cautela: la discriminación implica más que el
lenguaje. "Los bajos sueldos son una forma del racismo también, porque
minimizan el trabajo de los migrantes".
Las grandes corporaciones agroindustriales que
comercializan las fresas, los arándanos y las zarzamoras que se venden en
Estados Unidos, no aceptan esas acusaciones. Sakuma Farms dice que le garantiza
a sus empleados 10 dólares la hora con un bono por destajo, y que los
trabajadores tienen que cumplir con la cuota de producción. Pero estas
compañías deberían comenzar a prestar atención a estas voces. No sólo provienen
de sus propios trabajadores, de aquellas y aquellos que producen sus ganancias,
sino que además expresan una rabia y una frustración que van creciendo por la
continuada pobreza imperante entre los migrantes indígenas de Oaxaca. Tal vez
los patrones deberían aprender triqui y mixteco, para escuchar lo que realmente
se dice.
Jornaleros binacionales - "hemos decidido salir de
las sombras"
Reportaje Gráfico de David Bacon
Traducción: RVH
Ojarasca
La Jornada, Sabado, 10 octubre, 2015
Filemón Piñeda y su esposa Francisca Mendoza en su cabaña
en el Campo 2 durante la huelga en Sakuma Farms, Washington
Aunque la más dramática protesta en 2015 ocurrió en Baja
California, la misma rabia crece entre los jornaleros agrícolas indígenas a
todo lo largo de la costa del Pacífico, de San Quintín en México a Burlington,
una hora al sur de la frontera entre Estados Unidos y Canadá. Hace dos años,
los trabajadores mixtecos y triquis se fueron a huelga en los campos de fresas
en Skagit County en el estado de Washington. Dos años antes de eso, los
jornaleros triquis que pizcaban chícharos en Salinas Valley se rebelaron contra
las inhumanas cuotas laborales, y contra las redadas de inmigrantes en el
poblado de Greenfield.
* * *
Driscoll's y sus socios en Baja California, BerryMex y
MoraMex, controlan una gran tajada de la cosecha de moras en México, con un
valor de 550 millones de dólares anuales. El año pasado México embarcó 25
millones de charolas de fresa a Estados Unidos. Los embarques de 16 millones de
charolas de frambuesas y los 22 millones de charolas de zarzamoras representan
más que la producción interna estadunidense. La compañía, con sede en
Watsonville, California, es socia de los productores a lo largo de toda la
Costa Pacífico. Las distribuidoras globales y los grandes productores mantienen
un enorme poder político y económico. Pero los jornaleros agrícolas comienzan a
desafiarlos, organizando movimientos militantes independientes en ambos lados
de la frontera.
* * *
El barrio de Santa María de los Pinos, en Baja
California, donde viven jornaleros mixtecos y triquis migrantes de Oaxaca
Fue el agua lo que condujo a la organización que montó la
huelga que estalló en la primavera. Hace dos años, los comités comunitarios en
los poblados del valle formaron la Alianza -Alianza de Organizaciones
Nacionales, Estatales y Municipales por la Justicia Social- para luchar por una
mejor agua. Y obtuvieron la promesa gubernamental de que se extenderían las
horas de servicio y se mejoraría su calidad.
Según cuenta Bonifacio Martínez, un líder de la Alianza,
"por años hemos estado confiando en algún tipo de cambio, pero nunca ha
ocurrido". Antes de comenzar la huelga del 16 de marzo, los activistas
fueron de colonia en colonia, reuniéndose con las familias después del trabajo.
"Y les preguntábamos: ¿van a seguir viviendo así como ahora?",
recuerda. "Detrás de este movimiento lo que hay es hambre y necesidad.
Para los poderosos de por acá somos tan sólo máquinas que hacemos el trabajo.
Nos tienen que ver como seres humanos plenos, y respetar nuestros derechos y
cultura indígena".
* * *
La temporada de pizca dura solamente seis meses, así que
los jornaleros deben sobrevivir durante los meses que no tienen trabajo. Los
jornaleros mixtecos y triquis de San Quintín vinieron originalmente como
migrantes estacionales, regresando a Oaxaca cuando terminaba la pizca. Pero
ahora la mayoría vive en el valle de manera permanente. Los campos de labor de
BerryMex aloja a 550 migrantes temporales, pero el resto de sus 4 mil-5mil
pizcadores vive en los poblados a lo largo de la carretera. El gobierno
mexicano subsidia algunos de los costos de vida de la temporada de desempleo,
mediante un subsidio en efectivo conocido como IMSS-Oportunidades (que
rebautizaron recientemente como IMSS-Prospera). Pero la mayoría de familias
necesita conseguir cualquier empleo que encuentren o pedirle prestado a sus
amistades.
* * *
Es cada vez más frecuente que las grandes corporaciones
organicen la migración. Sierra Cascade, que cultiva esquejes para las plantas
de fresa en Tulelake, California, tiene una oficina de reclutamiento en San
Quintín. La compañía fue llevada a juicio por California Rural Legal Assistance
en 2006 por estafar a los jornaleros huéspedes contratados bajo el programa de
visado H2A. En 2007, Sierra Cascade reclutó 340 jornaleros huéspedes de San
Quintín, 550 en 2010 y más año con año desde entonces. Según Laura Velasco,
Christian Zlolniski y Marie-Laure Coubes, autores de From laborers to settlers,
"El Valle de San Quintín se ha vuelto un importante centro de
reclutamiento de trabajadores migratorios para Estados Unidos".
* * *
Lorena Hernández, 20 años, madre soltera de una niña de
cuatro años, cosecha moras en un campo. Los trabajadores reciben 8 dólares por
cada 10 kilos que recogen. Valle de San Joaquín, California
Durante los últimos años, los jornaleros mixtecos y
triquis en California también han organizado paros laborales. Una huelga de
mixtecos paralizó a los productores de fresas en Santa María en 1999. Hace
cuatro años una huelga de triquis golpeó la cosecha de chícharo de Salinas
Valley tras de la cual fueron despedidos los trabajadores por no cumplir con
las exigencias de una alta producción. "Sus manos estaban hinchadas",
recuerda Andrés Cruz, un organizador comunitario triqui en el poblado de
Greenfield. "Usas tu uña para cortar la vaina del tallo y la uña que no
aguanta a veces se arranca. Organizamos esa huelga en un solo día". Los
trabajadores despedidos ganaron la reinstalación y un recorte en la cuota, pero
los líderes fueron puestos en una lista negra para la siguiente temporada.
Conforme creció la población triqui y mixteca de
Greenfield, comenzaron las redadas de inmigrantes. "La policía comenzó a
perrear a cualquiera que tuviera pinta indígena", recuerda Eulogio
Solanoa, un trabajador agrícola mixteco que después fue contratado por United
Farm Workers. Cuando el jefe de la policía puso un alto al hostigamiento y
comenzó a reunirse con la comunidad indígena, el consejo de la ciudad lo
despidió.
* * *
Los jornaleros agrícolas triquis y mixtecos en Estados
Unidos y México comparten una historia común de organización laboral. Muchos
son veteranos de tres décadas de huelgas y luchas agrarias en Baja California.
Los líderes indígenas en ambos países recuerdan las primeras rebeliones en San
Quintín, encabezadas por La Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos
(CIOAC). A mediados de la década de 1980 la CIOAC envió organizadores al norte
de México a montar huelgas. Después, conforme los jornaleros comenzaron a
abandonar los campos de labor y construir hogares permanentes, la CIOAC
organizó movimientos de toma de tierras y para forzar al gobierno a
proporcionarles agua, electricidad y servicios básicos. Dos de los lideres,
Beatriz Chávez y Julio Sandoval, fueron enviados a una prisión federal tras
encabezar invasiones de tierras. otro, Maclovio Rojas, fue asesinado.
Jornaleros en huelga en Sakuma Farms, a las puertas del
campo donde viven en la granja misma. Burlington, Washington
Un grupo más con raíces en toda la región es el Frente
Indígena Organizaciones Binacionales
(FIOB), organizado por activistas que encabezaron las huelgas de
jornaleros agrícolas en Baja California y el norte de México en la década de
1980. Sus primeros miembros fueron migrantes en California, pero después se
organizaron capítulos en Oaxaca y Baja California. Hoy el FIOB tiene miembros
en casi todos los poblados a lo largo de la carretera en el Valle de San
Quintín. Fueron activos en la huelga reciente y uno, Faustino Hernández, fue
herido por la policía en Camalu, durante los eventos del 9 de mayo. Esta
primavera los capítulos locales realizaron talleres para enseñar los rudimentos
de la organización. Los capítulos del FIOB en California reunieron miles de
dólares para los huelguistas, y una caravana de activistas procedente de Los
Ángeles les llevó tres toneladas de alimentos.
"La violación de los derechos humanos y laborales en
San Quintín ha continuado por años", explica Rogelio Méndez, coordinador
del FIOB en Baja California. "La gente tiene el derecho a mejores
salarios, y han estado luchando más de treinta años por conseguirlos. Pero las
autoridades han abandonado cualquier esfuerzo por proteger los derechos
laborales. Los jornaleros tienen que hacerlo por sí mismos".
* * *
Dado que los mixtecos, los triquis y otra gente indígena
ha tenido que abandonar su hogar y ahora intenta asentarse en comunidades a lo
largo de la Costa Pacífico, también busca obtener derechos como migrantes con
un status económico mejor. En tanto luchan por conseguirlos, se vinculan con
las raíces indígenas comunes y con su trabajo para empleadores en común. "
Si las compañías como Driscoll's ahora se volvieron internacionales, también
los jornaleros deben volverse internacionales", insiste Bonifacio
Martínez. "Quiero decir a nuestros hermanos en Estados Unidos: también
estamos alzando la voz por ustedes en este lado de la frontera. Así en Estados
Unidos o en San Quintín, hemos decidido salir de las sombras a la luz del
mundo".
No comments:
Post a Comment